Primavera escondida

PRIMAVERA ESCONDIDA

(23 de Octubre de 2018)

        El verde de mi tierra en el sur de Chile me cautiva sobremanera. Ya es octubre y la primavera se asoma tímida a ratos por las ventanas. Mientras escribo, escucho maravillado la lluvia en el techo, siempre he pensado que es uno de los placeres más queridos. Esa nostalgia del golpeteo de la lluvia de invierno, mientras nos acurrucamos junto a la estufa. Sin embargo, el invierno se resiste a abandonarnos este año, tal vez es un presagio, o una invitación al reposo, al buen ocio, al silencio. Siempre hace bien escuchar la naturaleza.

        Me gusta el jardín, cortar el pasto, el olor a hierba cortada. Me gustan las flores y en especial los árboles de todo tipo. En casa estamos cultivando un jardín de plantas medicinales. Es fantástico verlas crecer y cada cierto tiempo podar sus ramitas para compartir su buen servicio con los amigos. Me fascina la diversidad de aromas de estas maravillosas plantas. Cada cierto tiempo solo me detengo a observarlas, tal vez porque me encanta la diversidad de sus formas, la rebeldía de su belleza.

        Me gusta caminar. Cerca de casa hay una avenida, con nombre de poeta: Pablo Neruda. Acostumbro hacer mi recorrido por las noches, que es la hora que dispongo después del ajetreo de cada día. La oración me sale mejor caminando. Y si es por ese camino lleno de flores y arbustos cargados de frutos, mucho mejor. Mis diálogos con el misterio son a ratos fecundos y en otros momentos distantes, lo cierto es que hay una cierta magia en el encuentro. No son las respuestas sin las preguntas las que me inspiran. Sigo caminando, sigo meditando. Es paradójico, es en la soledad de estas caminatas donde mejor me encuentro con otros. Tal vez, la oración sea una especie de puente entre hermanos, donde se nos hace más concreto el dolor del otro…que bueno que así sea.

        Acostumbro inventar excusar para juntarme con los amigos. Me encantan los encuentros sin agenda, esos que no tienen pauta de temas, esos que no requieren formalismos ni horarios. ¡qué bueno tener amigos para disfrutarlos! Nunca falta el pan y el buen café en aquellas mesas, nunca se es inoportuno. Solo hace falta una cosa en esos ambientes, que estemos dispuestos a ser quienes somos, transparentes y sencillos.

Hace rato que vengo tomando conciencia de lo significativo que es simplemente estar. Nuestra presencia, como la presencia Dios, es lo que marca la diferencia en la vida de las personas. Si tan solo comprendiéramos que cuando estamos presentes en la vida de las personas, es cuando Dios también lo está. Si tan solo comprendiéramos, que no son nuestros métodos, ni nuestra sabiduría lo que produce algún cambio en las personas. Si tan solo dejásemos que el milagro de la Vida se abra paso entre el asombro. Por eso, hace tanta falta el silencio entre nosotros, la pausa, la expectación. Que Dios sea Dios entre nosotros.

 

        La primavera se ha escondido en el sur de Chile, la lluvia sigue cayendo sobre mi techo. Si guardamos silencio y escuchamos un rato, tal vez la voz amada pueda ser escuchada, tal vez lo miedos sean desenmascarados, tal vez la culpa deje de ser el medio, tal vez, miremos con otros ojos.