El dios Mercado

Leonardo Alvarez y Claudio Oliver

Introducción

Nuestra amistad comenzó en la cocina, mientras Claudio preparaba una lasaña de berenjenas que más tarde disfrutaríamos en familia. Es uno de esos sabores que uno recuerda en el tiempo, no solo por el exquisito gusto, sino también por la experiencia que acompaña esos momentos.


Mientras esperábamos que la cocción estuviera a punto, nuestra conversación tomó una dirección especial. Es uno de esos diálogos que solo pueden darse en un ambiente como esos, más allá del umbral de los espacios públicos.


Claudio Oliver vive en Curitiva, Brasil, y aunque  nos habíamos encontrado varias veces en distintos países y por diversas conferencias y encuentros regionales,  ese día en la cocina de su casa comenzamos a hacernos amigos. 


Los alimentos siempre han ocupado un lugar muy especial en el escenario bíblico, ya sea  por temas de justicia o porque alrededor de la comida ocurrían eventos comunitarios muy significativos. Cuando pienso en nuestra amistad con Claudio no puedo dejar de recordar a aquellos dos caminantes de Emaús, quienes se atrevieron a invitar a Jesús a cruzar el umbral de su intimidad en el hogar, y cómo fueron abiertos sus ojos al partir el pan y pudieron conocer a Jesús de una manera especial. De la misma forma podemos comenzar a vernos los unos a los otros si nos atrevemos a salir de la superficialidad de nuestros encuentros. Si nos atrevemos a tener tiempo para los demás en el Espíritu del Maestro de Galilea. Si estamos dispuestos a nadar contracorriente en una sociedad esclavizada por  el mercado y el dinero.


Esta primera reflexión que hemos titulado “El dios mercado” es resultado de nuestras conversaciones con Claudio Oliver, la cual se tradujo también en una canción, la cual podrán escuchar o bajar  al final de este artículo.


Un dios y su religión


Quién podría imaginar la posibilidad de un mundo donde el dinero no determine los destinos de las naciones. No hay aspecto alguno del quehacer humano que no esté establecido por este “medio de intercambio”, al cual le hemos asignado un valor que indudablemente va mucho más allá del mero valor práctico comercial. Suele ocurrir que las cosas que fueron ideadas como un medio, terminan convirtiéndose en un fin en sí mismo y desde esa perspectiva podemos inferir que se convierte en algo idolátrico, en un dios al cual se sirve y el cual nos esclaviza con su religiosidad.


En Chile podemos ver esta realidad del dios mercado en todo lo que se hace. Incluso en Educación, que es el gran tema por estos lados, donde el dinero es el eje central de la crisis y la discusión. El famoso lema de “No al lucro en la educación” es toda una paradoja, que tiene al conflicto en una especie de callejón sin salida. Y no podía ser de otra forma, ya que todo el sistema social imperante, con su ideología neoliberal reinando absoluta, se sustenta en el lucro. Bien cabe aquí el dicho: “Sería como pedirle peras al olmo”. No obstante, tengo la convicción que la paradoja no deslegitima la protesta. Algunos la llamarán utopía y bienvenida sea. Hay demasiada evidencia de un país cansado del sinsentido que ofrece el materialismo consumista. Se requieren esos nuevos sueños que nos inviten a imaginar un mundo distinto. Como bien preguntaba Galeano “¿para qué sirve la utopía? Para eso, para caminar”[1].


Qué increíble contradicción, que lo que llamamos “mercado libre”, se haya transformado en la más grande forma de opresión social. No me refiero solo a esa manoseada idea de lo que llamamos “distribución de la riqueza”, donde millones de pobres no cuentan siquiera con lo básico para vivir, mientras unos pocos amasan fortunas. Me refiero también a esos otros presos de su riqueza, esclavos de sus propios deseos, donde el concepto de “lo necesito” llegó a su sentido más increíble de manipulación y absurdo.


Veamos entonces de lo que estamos hablando. Hablar de un dios mercado, es hablar de una forma de dependencia psico-emocional, la cual hemos legitimado como sociedad. No la cuestionamos, porque fuimos incorporados en ella desde que nacimos.     


La sociedad a la que pertenecemos es una adoradora de dios, un dios falso, pero que es muy similar al único Dios, creador y sustentador del cielo y la tierra. Al respecto, quienes nos reconocemos como cristianos y seguidores de Jesucristo, hemos tomado conciencia que el Dios verdadero es por esencia liberador y por lo tanto ajeno a toda religiosidad esclavizante.

            El dios adorado por la sociedad es el mercado. Dicho mercado es  antropomorfo, es decir,  asume cualidades y defectos humanos. Se exalta si es provocado. Es tranquilo, nervioso, tenso, excitado, desalentado, y exige que todos le den la sumisión más completa, enviando a los que lo rechazan a su condenación en el infierno, lejos de su presencia, conocido como "ESTAR FUERA DEL MERCADO", lugar terrible, donde nadie quiere estar.


            Este mercado, sin embargo, promete acceso a él a través de un único y suficiente mediador, que se da a sí mismo a través de la sumisión servil a la empleabilidad. El mediador se llama DINERO. El dinero, un simple medio de intercambio que ha existido siempre en la religión pagana del mercado, deja de ser un medio para transformarse en un FIN.  Deja de ser un mediador y se convierte en el único.  Sin él no se come, no se viste, no se educa, no se aprende. Sin él no hay cultura, no se vive, no hay relaciones. SIN ÉL NADA PODÉIS HACER. Es el dios  mercado quien provee a través del dinero y por medio de él se tiene acceso al mercado.


            Una religión que celebra el mercado el cual se ha hecho posible por el mediador denominado CONSUMO. Puedes dejar de hacer cualquier cosa, menos consumir y si no consumes te transformas en un paria, en una cosa, en nada. Lo que usted es depende  de su capacidad de consumir,  de la frecuencia que usted consume, de la cantidad que usted consume y cuanto más confíe en el mercado más del mediador tendrá.

            Los templos donde se practica la religión del consumidor se concentran, y cada vez se levantan más catedrales iluminadas, donde todas las capillas están abiertas para su práctica: los centros comerciales, cosméticos, alimentos, restaurantes, casas de cambio, ropa, juguetes, entretenimiento, SIN NECESIDAD PARA NADA DE SALIR DEL TEMPLO.


            Los misioneros de esta religión gastan muchos días para convencernos de nuestras infinitas necesidades, en todas las áreas. Primero decimos que las necesitamos, luego que ganamos derechos sobre ellas y finalmente que las merecemos. Y para ello, simplemente debemos obedecer LAS REGLAS DEL MERCADO, lo que nos dará más y más el ÚNICO MEDIADOR.  Porque a él iremos y  con él seremos vencedores.


            Nuestros hijos e hijas son introducidos en este consumo ritual lentamente a través de la escuela, desarrollada por dedicados religiosos para darles  la capacidad de ser parte de este hermoso mundo de luces, colores y juegos de video. Con los métodos y las técnicas más refinadas, y prepararlos para ser capaces de sobrevivir en un mundo salvaje, competitivo, cruel, a través de la vida segura con el DIOS MERCADO.



[1] Galeano, E. Patas Arriba: la escuela del mundo al revés. Siglo Veintiuno de España Editores

 

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Comentarios: 1
  • #1

    proyectolatribu (sábado, 15 octubre 2011 10:51)

    Hola querido Leo, siempre es un gusto leerte y escucharte.

    Respecto a tu reflexión, gracias por dedicar tiempo para redactar estas palabras y darnos que pensar... o reforzar pensamientos que han estado y siguen dando vueltas en la cabeza.

    ...sin duda que el dios que nos esclaviza hoy, y con el que tenemos que luchar día a día es el consumo con su mediador dinero. Uf! Dios nos ayude a servirle al dios de nuestra salvación, es decir, vivir como salvados, salvados de lo que hace nos hace esclavos... el mismísimo dios consumo... Dios nos libre.

    ...si estuviéramos libres de las garras de este dios, realmente seríamos locos, y quizás perseguidos...